Siempre he creído que los pequeños detalles hacen una gran diferencia. Sólo basta recordar aquella carta que nos hizo vibrar, esa noticia que devolvió la esperanza, ese abrazo que sentimos como nunca o aquella noche estrellada con la persona amada. Sí, es una carta típica, un abrazo común y corriente, una noche como muchas. Pero lo que realmente lo hace diferente es el amor que le ponemos a cada palabra, a cada gesto, a cada momento.

Hace unos cuantos días tuve la oportunidad de dictar dos Conferencias Vivenciales a la planta más importante de General Motors en México y algo que realmente me impactó en esa Junta de Negocios (que no se vive sinceramente en cualquier empresa) es el enorme amor que los empleados transmiten en todo lo que hacen, en todos sus departamentos, desde el que está ensamblando o colocando un tornillo hasta el que está vendiendo. Empezamos el evento a menos un grado, pero honestamente nunca sentí ese frío. Fue un gran ejemplo de cómo una GRAN empresa todavía se preocupa por sus PEQUEÑOS pero GRANDES detalles.

Todos los días, desde que te levantas, tienes decenas de oportunidades para poder compartir gestos de amor. Desde saludar al vecino, dejarle una nota a tu esposa, regalar un abrazo a un desconocido, pagarle la caseta de la carretera al auto que va enfrente, escribir un mail al amigo, enviar un positivo mensaje de texto y muchos más etc. que de seguro conoces.
La vida se transforma cuando cambiamos nuestra forma de ver las cosas. E iniciar o continuar con ese cambio, por medio de pequeños detalles de amor es un excelente camino.

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