¿Creo en los milagros? Definitivamente. Toda mi vida ha estado plagada de ellos y estoy plenamente convencido que todo lo que ha sucedido tiene su razón de ser. Una razón mágica y divina que va más allá de los límites humanos.

Llegar a esta conclusión, y poder tener una vida llena de sorpresas, no fue algo que surgió de la noche a la mañana. Cada paso que he dado, cada persona con la que me he topado y cada experiencia (buena o mala) me ha dejado sus profundas lecciones.

Todas me enseñaron, sin duda, lo increíble que es vivir, que nada es para siempre, que todo pasa, y que nada permanece igual. Siempre estamos cambiando, siempre creciendo.

Podemos tener un lastre en la espalda, viviendo una ruptura de pareja, una enfermedad incurable, el fallecimiento de un ser querido o no tener ni un centavo de la noche a la mañana. Pero cuando el camino es duro, los duros caminan.

Es ahí cuando a pesar de eso, un milagro de pronto surge de la nada y sentimos el amoroso abrazo de la vida, de Dios, que nos dice: «no te preocupes, yo tengo un plan perfecto para ti».

Es momento de volver a sentir, de volver a amar, de volver a vivir. Es tiempo de agradecer que nuestro corazón sigue latiendo y que aún hay más por recorrer en este misterioso trayecto, en este milagro llamado VIDA.

¿No crees? Nos leemos la siguiente.

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