Soltar no es abandonar ni olvidar, es simplemente dejar en libertad, ser y dejar ser, sin presionar ni ahogar, no obligar o imponer, mucho menos apegarse a algo que se dice tener o se cree poseer. Es también, dejar de abordar la existencia con una mentalidad de «seguro contra todo riesgo». Por más que quiera controlar el futuro, la vida no es una compañía aseguradora y no ofrece ninguna garantía. -Maria Inés Troncoso

Por muchos años he hablado sobre la importancia de cerrar círculos, de concluir etapas y de dejar ir. No lo digo por decirlo. Con todo el rigor de la evidencia, puedo afirmar que lo que más nos detiene y nos esclaviza son los apegos (a personas, empleos, lugares, experiencias…).

Soltar no es un proceso dramático o fatalista. Es quitarnos la falsa idea de control, de querer mantener lo que ya no es ni será, lo que ya no debe de estar o de permanecer. Soltar es agradecer lo que vivimos y dejar que la vida siga fluyendo, abriendo paso a nuevas oportunidades.

Algunos me han preguntado, a lo largo de este tiempo: «Bueno, pero cómo saber ¿qué soltar y qué no soltar?»
Esa pregunta es básica, ya que tampoco se trata de estar deshaciéndonos de todo lo que llega a nuestra vida. La respuesta es la siguiente:

Muchas veces nos aferramos a una relación, a una ciudad, a vivir donde siempre, a trabajar de la misma manera, a no perdonar, a no sanar; incluso, a pesar de que eso nos produzca dolor, ansiedad, desesperación, angustia, o tristeza.

En otras palabras, seguimos anclados a lo mismo y queremos forzar las cosas para que todo siga siendo exactamente igual, a pesar de no experimentar la paz que anhelamos.

Si después de haber dado lo mejor de ti en determina situación, simplemente sigues estancado, no avanzas, no te conecta con tu felicidad y todas las señales te indican que ya no es por ahí, seguramente es porque ya hay que cortar esa situación. No necesariamente debe de ser una situación crítica, puede ser tan simple, pero que al seguir en tu vida, te priva de acercarte a lo que realmente deseas.

Explicado de otra manera: definitivamente lo que SÍ hay que soltar es aquello que nos está quitando la tranquilidad, que está bloqueando el camino o que no nos deja avanzar. Llámese como se llame, desde un mal hábito, tu propia zona de confort, un sentimiento de coraje o rencor, hasta una relación tóxica.

Muchos dirán que el dejar ir es una falta responsabilidad, pero la verdad es que es totalmente lo contrario. En el momento en que soltamos, nos da mejores herramientas para encarar de manera propositiva al futuro. Maria Inés Troncoso, experta en el tema, lo aclara:

«El soltar, no es resignarnos sino ser conscientes de nuestros propios límites. Un ejemplo: si hay un accidente justo frente a mí. El hecho de que practique el soltar aquí y ahora y sobre cuestines como: ¿será grave?, ¿su vida dependerá de mí? no me conduce a abstenerme de ayudarlo. Por el contrario, este posicionamiento interior, al soltar los pensamientos parasitarios o los miedos, me permite actuar más rápido, en la exacta medida de mis posibilidades».

Por lo tanto, hay que aceptar que nada es permanente en la vida, todo cambia. Recuerda que tienes la valiosa oportunidad de soltar aquello que te está estorbando en el camino y de empezar a visualizar un mejor horizonte. Te esperan grandes cosas, sólo es cuestión de que sigas avanzando más ligero de equipaje.

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