Si realmente quiero mejorar la situación, puedo trabajar en lo único sobre lo que tengo gestión: yo mismo.
-Stephen Covey

No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta cuanto has cambiado tú.
-Nelson Mandela

¿Qué hacer cuando “todo” está mal en tu vida?

Porque sí, es verdad. Por más “psicología positiva”, hay que aceptarlo. A veces los problemas se acumulan. Todo se nos junta. O como se dice coloquialmente: nos llueve sobre mojado.

No sabes si reír o llorar. Hasta pareciera ser que, todos se pusieron de acuerdo para “hacerte” la vida imposible (aunque tú y yo sabemos, que nadie tiene el poder de hacerte nada, pero así lo percibes).

Empiezas por estrés en el trabajo, pasas por diferencias con tu suegra o con algún familiar, sigues con ese problema de salud, y terminas discutiendo con tu pareja, por la deuda que tienes arrastrando. Todo al mismo tiempo. Si no es una cosa, es otra.

En esos días complejos, te escuchas diciendo cosas como: “ya basta”, “todo lo malo me pasa a mí”, “por qué”, “no me lo merezco”, “tanto bien que he hecho”, “qué mala suerte”, “siempre me sucede lo mismo”, “Dios no me escucha”.

Te dan ganas de “renunciar” a la vida, de tirar la toalla o hasta de irte un año sabático a la Polinesia Francesa, mientras se pasa la tormenta.

Incluso, es normal que algunas personas se te acerquen, con el objetivo de animarte, y te digan algo como: “tranquilo, todo pasa por algo”. Y aunque te lo quieres creer, el problema, es que, bajo tu pensamiento de inmediatez, ni sientes que pasa, ni que encuentres algo.

Sí, eso de: “nada más falta que llegue un perro…” es real, enserio. Créeme, a algunos sí se les aparece, levantando la pata muy sutilmente. Llegas a creer que, si todo está mal, puede estar peor.

¡Qué desastre! ¿no? ¿Te ha sucedido?

Te quiero contar algo que me sucedió, en relación a este tema:

Hace un par de años, después de dar una conferencia en la Ciudad de México, salí del hotel para caminar un poco y hacer algunas compras. Todo era paz y alegría, cuando de repente, sin aviso previo, empezó a llover.

Y no era una lluvia ligerita, de esas que empiezan con unas cuantas gotas. No. Era un señor chubasco. El agua se dejó venir sin ninguna mediocridad. En cuestión de segundos ya había charcos por todas partes.

Mi reacción inmediata, fue dirigirme a algún techo cercano, mientras la lluvia cesaba un poco. Y de esa forma, lograr encontrar un taxi que me llevara de regreso a mi hotel. Pero la opción más cercana, me quedaba a dos cuadras.

Mientras pensaba en una mejor solución, me protegí con una de las bolsas que traía. El problema es que era una bolsa tan pequeña, que sinceramente, no cubría ni servía de mucho.

Por mi desesperación, comencé a correr. Y aquí es cuando muchos me dirán que, eso no evita que te mojes. Sí, ya lo comprobé. Incluso hasta algunos “científicos” dicen que correr en la lluvia, hace que te mojes más.

El desenlace de la historia no estuvo tan mal, porque entre que corría y buscaba algún refugio, justo un taxi pasó al lado mío, y con pena y todo, pero le hice la parada y me subí al auto, hecho un trapo mojado.

La cereza del pastel, fue la pregunta que me hizo el taxista al verme por el retrovisor:

“¿No trae paraguas verdad joven? Porque está lloviendo muy fuerte”. Ya te imaginarás la cara que le puse.

Nunca se me va a olvidar ese “obstáculo acuático” en la Ciudad de México.

Esta historia, me lleva a pensar en esos elefantes, que llegan de forma inesperada, y que por más que tratemos de eliminarlos, no se van tan fácil. Porque así como el correr no evita que te mojes, quitarle la atención a la adversidad, no hará que desaparezca.

Me queda claro, que correr, no fue la mejor reacción frente al que yo consideraba el “Diluvio universal”. Pero también sé, que sin duda, moverme era una opción más favorable, que quedarme esperando una solución.

Lo mismo ocurre en nuestra vida. De cara a la adversidad, no nos podemos quedar inmóviles, ni esperando a que Dios nos haga el milagrito.

Claro, las soluciones nos son otorgadas, pero si no hacemos nada para ponerlas en práctica de nada sirve.
La buena noticia es que, hay algo que SÍ podemos hacer en los diluvios emocionales (y esto se lo tengo que agradecer al taxista):

USAR UN PARAGUAS

Sí, tal cual.

Algo que me llamó mucho la atención, en ese incidente húmedo en la Ciudad de México, fue que, cuando empezó la lluvia, vi a muchas personas sacar inmediatamente sus paraguas de sus bolsas o portafolios.

Casualmente, se veían mucho más tranquilos que yo. Claro, ellos estaban lo suficientemente preparados para afrontar algo así. En esa ciudad, muchos llevan un paraguas a la mano o en su automóvil, porque saben que lo pueden necesitar en el momento menos esperado.

El paraguas no quita la lluvia, pero sí evita que te mojes.

Por eso, te quiero revelar hoy la estrategia del P.A.R.A.G.U.A.S.

Son ocho claves para saber cómo hacer frente a los tiempos adversos y lograr gestionar de forma más positiva las situaciones difíciles.

1) PREPÁRATE: La mejor forma para afrontar las crisis, es previniéndolas. Sé como esas personas que frente a la lluvia, no entran en pánico, porque saben que traen consigo las herramientas necesarias para cubrirse.

Conoce tus emociones, estudia sobre cómo puedes trabajar interiormente en una mejor versión, invierte en ti. Busca en Google la palabra “resiliencia”, y te toparás, literalmente, con toneladas de información positiva. (Si quieres que te recomiende algún libro en particular, escríbeme un email). Además, en mi blog (www.davidmontalvo.com.mx), también podrás revisar muchos artículos gratuitos, que te serán de utilidad para esos tiempos complicados.

Nunca subestimes la posibilidad que tenemos de crecer y de ser mejores personas.

2) ANALIZA: En la primera línea de este artículo puse la palabra TODO entre comillas.

¿Sabes por qué? Porque realmente no TODO está mal. Mucho no es igual a todo. Englobamos o generalizamos, debido a una percepción de nuestra mente, al traer diversas situaciones acumuladas o sin resolver.

Por eso, es importante que analices qué significa TODO para ti. Escribe y enumera las situaciones que te inquietan en estos momentos, para restarles poder. Describe exactamente qué es lo que está sucediendo.

No te dejes llevar por lo caliente del momento, ni tomes decisiones en estos tiempos espinosos. Desmenuza el problema. ¿Qué área o áreas de tu vida están siendo afectadas? ¿De dónde surgió? ¿Desde cuándo estas situaciones han estado presentes en tu vida? ¿Hay algo que las haya disparado recientemente? ¿Qué puedes dejar de hacer, para minimizar los daños? Analiza.

3) RESUELVE: Seamos honestos. Las cosas no se mueven solas. Baja la vara de tu exigencia personal y responde a la pregunta: ¿Qué SÍ está en mis manos en estos momentos?

Y si por alguna circunstancia crees que todo depende de los demás, pregúntate: ¿Si los demás no existieran, qué podría hacer YO?

No quieras tener la solución mágica, porque simplemente no existe. No cambian las cosas en un abrir y cerrar de ojos. Si ahorita estás en crisis, seguramente habrá actividades que no quieres hacer. Pero tú sabes, que son importantes para que puedas ir avanzando.

Para cada quien es diferente. En el caso de un enfermo, el resolver algo, tal vez, es hacer sus tres comidas al día, para estar bien nutrido. Alguien que tiene problemas con su pareja, el resolver significa acercarse a pedir perdón.

Da pequeños pasos, cortitos, pero constantes. Ejemplo: si hay un tema de deuda, puedes comenzar por enfocarte en liquidar la tarjeta de crédito que tiene un interés más alto, en lugar de querer millones de dólares en tu cartera para mañana. Al menos, haz una acción por día, aunque parezca simple, pero no dejes de resolver. Siempre será mucho mejor que quejarte.

4) AGUDIZA TUS SENTIDOS: ¿Hace cuánto tiempo no te desconectas del exterior y te conectas con el interior? Disóciate un rato de tus múltiples crisis. Sal a caminar, ve al campo, medita, ora, organízate un paseo a la montaña, hazte un masaje, date un baño de agua fría. Siempre he creído que en esos momentos de silencio, Dios habla.

Pregúntate: ¿Qué estoy aprendiendo de esto? ¿Para qué estoy viviendo esta tormenta? ¿Qué había dejado de hacer, y me gustaría retomar? ¿Algún cambio en mi lista de prioridades?

La lluvia por sí misma no es mala. Es muy relajante, ver la lluvia caer a través de tu ventana. Pues así como la lluvia, tus crisis tampoco son cien por ciento negativas. De hecho, tienen un lado muy positivo.

La adversidad nos sensibiliza y hace que nos conectemos con algunos pensamientos que teníamos empolvados, y con ese interior un poco abandonado. No por nada, muchos artistas e inventores mencionan que sus más grandes creaciones las visualizaron en momentos de profundo dolor físico o emocional.

No olvides que detrás de toda crisis, siempre hay una oportunidad, un regalo, una lección escondida.

En mis conferencias, muchas veces, le pido a los asistentes que pongan sus manos en su corazón, y que no las quiten hasta que sientan un latido. A veces andamos con tanta prisa, que nos olvidamos de que estamos vivos. Eso ya es una ganancia que nos da el infortunio: SENTIR.

5) GUARDA TIEMPO Y ESPACIO: Covey decía: Tienes que decidir cuál es tu máxima prioridad y tener el coraje de decir “no” a otras cosas. Respeta tu espacio personal en estos momentos. Respeta el tiempo que estás viviendo, y entiende que todo es un proceso.

Muchos me preguntan, sobre todo en sesiones de coaching emocional, que cuándo van a dejar de sentirse mal. Esa no es la pregunta correcta. No hay tiempos exactos. Pero sí puedes acortarlos, cuando comienzas a hacerte responsable de lo que te sucede. (aplicar esta estrategia del P.A.R.A.G.U.A.S es parte de dicha responsabilidad).

Olvídate de la inmediatez. No hay magia en esto. Regálate al menos un par de horas al día para estar solo contigo. Tampoco busques complacer a medio mundo, porque créeme, no sólo será desgastante, sino que puede ser el peor asesino silencioso. Si hay necesidad de aplazar alguna cosa que te está generando alto grado de estrés, hazlo. Date permiso de equivocarte y aprende a decir que NO. Tu prioridad es tu vida y tu estabilidad.

6) UBÍCATE: Separa tu vida de los problemas. Tu esencia de las circunstancias. Eres mucho más de lo que te sucede. Tus crisis no te hacen menos o peor persona. Al contrario. Si te quedas con el aprendizaje y te reinventas, puedes terminar siendo una mejor versión que la que eres ahora. No dejes que las crisis envuelvan todas las áreas.

Ni otras personas merecen que te desquites con ellos, ni otros círculos de tu vida merecen ser afectados. No vale la pena. Y aunque funcionamos como un sistema y todo está interrelacionado, es mucho más práctico irte cosa por cosa, a tratar de abarcar todo y frustrarte al no ver el cambio radical que buscas.

Parte de ubicarse, es revisar en dónde estás parado hoy. Piensa si tu contexto es el más adecuado para estos momentos. ¿Cómo está tu casa? ¿Limpia, organizada, con suficiente espacio y armonía? ¿Cómo está tu lugar de trabajo? ¿Ameno, ordenado, facilita tu productividad? Vivir ligero o saturado, afecta sin duda a tu estado emocional.

Conéctate con lo que sí quieres, en lugar de estar enfocado en lo que ya no deseas. Haz algo diferente. Rétate. Intenta o aprende algo nuevo.

7) APÓYATE: Siempre lo digo, pero nunca estará de más recordarlo: Busca ayuda, en el Cielo y en la tierra. La fe, rodearse de personas y de cosas buenas, son de las mejores elecciones que puedes hacer en tiempos de incertidumbre.

Hay muchísimas opciones (cada vez más). Revisa en tu buscador de internet algún terapeuta en tu ciudad, solicita dirección espiritual o acude a algún tipo de grupo de apoyo. Nunca está de más, espejearte con alguien, para quitarte las telarañas que te impiden ver, las respuestas que ya están dentro de ti. Tener un mentor o un coach, hoy en día no es un lujo, sino una necesidad, si es que deseas seguir avanzando.

¿Conoces a alguien que ya vivió lo mismo que tú? Acércate a él, sin miedo. Pregúntale. Recuerda que el éxito deja pistas, y seguro, esa persona tendrá algo de luz para compartir contigo.

8) SÉ PACIENTE: De todo lo que te he mencionado, este punto es uno de los más difíciles de la estrategia, pero al mismo tiempo, el que da mejores resultados al aplicarlo.

Es complejo, porque quisiéramos que nuestros problemas se vayan de la misma manera que como llegaron. Pero la verdad, la lluvia no se quita en un chasquido, cuando ya estás harto o cuando ya te aburrió.

Todo tiene su momento, e incluso es necesario que, las adversidades cumplan un tiempo determinado, para poder obtener todas sus enseñanzas.

Que quede claro que la paciencia no es igual a inactividad o a resignación.

Ser paciente, es entender que todo en esta vida tiene un ciclo específico. La recompensa, detrás de todos esos elefantes que están bloqueando tu viaje, es justo lo que aprendes en el andar por el camino. Aunque en principio, el trayecto parezca oscuro, tenebroso y sin final.

Cultivar la paciencia es una herramienta clave para la resiliencia. Esto te da una fuerza increíble, cuando surge una crisis inesperada. Porque entiendes, que todo pasa, que nada ni nadie es para siempre, y que esto que vives hoy, también pasará.

Y recuerda, en la próxima tormenta de tu vida, no te olvides de usar P.A.R.A.G.U.A.S.

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