¿Has experimentado ansiedad, tristeza, enojo, angustia, desesperación o culpa en esta cuarentena? La pandemia no solo ha tenido repercusiones sanitarias. También ha impactado emocionalmente y ha ocasionado todo tipo de crisis y pérdidas a millones de personas. La buena noticia es que existen caminos para salir fortalecido de lo que nos ha tocado vivir.
“La incertidumbre causa dolor. Asombrosamente, en algunos casos incluso más dolor que la muerte”.- Tim Hurson
Abrazos pendientes, encuentros por agendar, pláticas sin concluir, miradas que se extrañan, presencias que hacen falta… tanto que se empiezan a valorar.
La pandemia del Coronavirus no sólo ha ocasionado miles de pérdidas humanas, sino que también nos ha traído altísimos costos emocionales: algunos están luchando por su vida por esta enfermedad, médicos y profesionales de la salud que se han convertido en el nuevo ejército de esta batalla, y por supuesto, todos aquellos que se han quedado en casa, en aislamiento, para evitar más contagios.
Estamos viviendo pérdidas de empleo, rupturas de pareja, quiebres económicos, expectativas no cumplidas, viajes postergados, ajustes laborales, conflictos familiares, cambios de estilo de vida. Y como tanatólogo, son temas que escucho frecuentemente en sesiones de acompañamiento. Pero ahora, nos estamos enfrentando a un tema global, que está permeado en el ambiente del día a día.
David Kessler, uno de los mayores expertos en los aspectos médicos, psicológicos y emocionales del duelo y la pérdida fue entrevistado para Harvard Business Review y al respecto comenta:
“Estamos sintiendo diferentes duelos. Sentimos que el mundo ha cambiado, y lo ha hecho. Sabemos que esto es temporal, pero no se siente así, y nos damos cuenta de que las cosas serán diferentes. Así como ir al aeropuerto siempre será diferente de como era antes del 11 de septiembre, las cosas cambiarán y este es el punto en el que ya cambiaron. La pérdida de la normalidad, el miedo al costo económico, la pérdida de conexión. Esto nos está afectando y estamos afligidos colectivamente. No estamos acostumbrados a este tipo de pena colectiva en el aire”.
Estamos frente a un gran reto. No nos podemos limitar a resolver cada uno nuestros asuntos emocionales pendientes con trabajo interior. Hoy por hoy, además de eso, estamos llamados a la búsqueda y obtención de las competencias necesarias y resilientes para lidiar con el aire todavía contaminado de desesperanza, entre quienes están en medio de alguna pérdida emocional significativa.
Una crisis es un evento brusco, inesperado e inevitable que trastoca la realidad de quien la vive y que le obliga a realizar ajustes. Las crisis son como ciertas visitas que llegan sin avisar, que nadie invitó. Y lo peor: muchas veces no encuentras la forma para sacarlas de tu casa. Pero no las podemos minimizar ni maximizar. Hay que enfrentarlas, sí; analizarlas también. Vivirlas al máximo, por supuesto.
Definitivamente, creo que una crisis es la excusa perfecta para hacer cambios en la vida, y esta pandemia puede ser el pretexto que tanto buscábamos, consciente o inconscientemente. Debemos enfocarnos justo en estos cambios, desde una perspectiva más sana y resiliente.
¿Qué podemos hacer para salir bien librados e incluso estar mucho mejor que antes?
Actitud positiva: No me refiero a un tema de superación personal, sino a que cultives lo que te ayude a crecer. Tu cara de perro bulldog recién regañado y de pocos amigos no ayuda mucho en este proceso. Hay que buscar motivos para sonreír, para mantener el ánimo a tope. No se trata de fabricar esta actitud artificialmente, sino más bien de afrontar la vida con disparadores positivos. ¿Qué tal ver tu película favorita, pintar, escribir? ¿Por qué no pasar una tarde con amigos, aunque sea de forma virtual, o inspirarte con un buen libro?
Red de apoyo: Tu círculo más cercano es tu mejor aliado para este tipo de momentos de adversidad. Sé que es muy natural un distanciamiento emocional en situaciones de crisis o de pérdida, pero no dejes de frecuentar o de pedir apoyo a esas contadas personas que son incondicionales para ti, y que muchas veces solo están a una llamada o a un mensaje de distancia.
Ayuda profesional: Tanto la terapia psicológica o el acompañamiento emocional deberán de estar, sí o sí, como nuestra prioridad en estos momentos. Desde luego, asegúrate de estar en manos de un especialista. Sé constante y humilde para recibir la ayuda; el ego no suma en tiempos de crisis. Y nunca está de más llevar un diario en donde escribas cómo vas experimentando el proceso, es muy terapéutico.
Recursos internos: Seguramente tienes muchas fortalezas y habilidades. En las caídas es cuando más conviene sacarlas. Dale un vistazo a todo lo que te ha servido en el pasado para salir del atolladero y, seguramente, algo de eso podrás replicar ahora.
Compasión por ti mismo: Trátate con cariño. No te juzgues ni te culpes. Más bien, acepta tu vulnerabilidad y reconoce tu fragilidad. Mímate, consiéntete, claro, sin permanecer inmóvil. Pero no te flageles, ya con lo que está sucediendo es más que suficiente como para seguirse castigando.
Fe: Hay situaciones que humanamente nos sobrepasan. Tomarnos de la mano de Dios, viviendo una espiritualidad profunda y a la vez práctica, más allá de tus creencias religiosas, siempre ayudará a que el dolor de nuestras caídas sea mucho más suave e incluso tenga más significado.
Recuerda que esto es un proceso y como tal, no hay tiempos perfectos. Ve sin prisa, pero sin pausa; quédate con los aprendizajes, haz lo que te toca, asume tus cambios. Emprende nuevas acciones y te toparás con una versión más fortalecida de ti.
Estoy seguro de que después de esta crisis, te levantas porque te levantas. Todo va a estar bien.
“El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”.
– Antoine de Saint-Exupéry
*Artículo publicado para la revista Salud Integral. Ver artículo original aquí