¿Conoces a alguna persona que cada vez que acude a un restaurante, antes de ver lo que le apetece, dedica todo su enfoque a leer los precios, para ver qué es lo que puede pagar?

Sí, revisa qué se le acomoda a su bolsillo o busca lo más económico en vez de simplemente pedir lo que más disfruta …¿Te ha pasado?

Peor aún, ¿te has topado con personas que no han visitado un lugar que quisieran conocer, sólo porque alguna vez escucharon que era excesivamente caro?

Hace poco platiqué con una persona que tenía mucho tiempo de no ver, quien me compartía que toda su vida había soñado con visitar el parque de diversiones de Disney en Orlando, Florida. Cuándo le cuestionaba las razones por las cuales no lo había hecho, me hacía referencia al precio del viaje.

Lo más sorprendente es que mientras platicábamos me di cuenta que en verdad, él no tenía ni la más remota idea de cuál era el costo, simplemente su mente ya estaba condicionada a que no lo podía pagar y por esas creencias, él ya había puesto esa idea en el «cajón mental» de los sueños descartados.

¿De cuántas personas, experiencias, lugares u oportunidades te has perdido por estar más enfocado en la etiqueta o el precio que hay que pagar que en lo que vas a recibir?

¿Cuántas veces al ofrecerte un nuevo negocio o un proyecto retador en tu compañía, querer iniciar una nueva relación, visitar otro país, hacer cambios importantes, en lugar de darte cuenta de las recompensas, pones en tu mente que NO lo puedes pagar y mejor lo dejas en el olvido?

No me malentiendas ni malinterpretes el mensaje. No estoy diciendo que derroches tu dinero, que descuides tus finanzas o que pidas lo más caro en el menú, sino que vayas mucho más allá de la visión primitiva del «no puedo» «no merezco» o «es mucho para mi» y mejor digas: «¿Por qué no?»

Hay algunos que piensan que lo que sucede es por mero azar. A veces creen que la vida es injusta, que Dios no los escucha o que la suerte no está de su lado. Muchos no alcanzan a ver, que en su presente no hay culpables, sino que ellos son los primeros en bloquear todo lo que desean y merecen, por su creencia limitante de que todo es difícil, complicado, imposible o muy caro. Se inventan todo tipo de excusas para no asumir su responsabilidad, de que al final del día, son ellos quienes construyen la vida que tienen. Prefieren quedarse con lo cómodo y lo conocido, aunque no les agrade del todo; es como si tuvieran una mesa repleta de regalos y oportunidades, sola para ellos, pero al preocuparse más por el costo tan alto que eso representaría, deciden mejor quedarse a observar, sin tomar nada.

¿Sabes? Leer el precio no te hace ahorrar más. Al contrario, es mandarle un mensaje al Universo de que tú sólo estás dispuesto a recibir poco. Es una manera de excusarte, autosabotearte y querer seguir viendo el punto negro en la hoja en blanco. Es permanecer estático y no tomar acción. Es seguir con esa creencia limitante de «ya habrá tiempos mejores», cuando en realidad es que esos tiempos no llegarán mientras siga existiendo ese tipo de pensamiento derrotista.

Hoy es buen momento de cambiar el enfoque. Si vas a contar algo, que sean las bendiciones y no los obstáculos. Toma el compromiso contigo mismo de colocar tu atención en todo lo bueno que recibes. Recuerda que cuando fluyes, todo se acomoda de manera perfecta. Decídete a disfrutar más que a estresarte, a vivir más que a preocuparte.

La siguiente vez que vayas a un restaurante, acuérdate de mí: NO LEAS EL PRECIO. No reniegues lo que estás pagando para lograr lo que quieres, no te quejes de las oportunidades aunque éstas te hagan cambiar los planes o trabajar más. Al contrario,  agradece la posibilidad que tienes de vivir esa experiencia y verás cómo disfrutas más de los diversos «platillos» que la vida tiene preparados para ti.

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