Dar, dar y dar. Eso es lo que hemos escuchado toda nuestra vida, bajo comentarios como: «Si no compartes, no te vas al cielo», «da o nadie te dará a ti», y algunas otras invitaciones para ofrecer lo mejor de nosotros mismos a los demás.
Esta idea de DAR, la considero tan válida, hermosa y retadora, que forma parte de nuestra filosofía de la Transformación Positiva de la Conciencia. Sin embargo, siempre ha surgido la duda: ¿Por qué nadie nos enseñó a recibir?
Tal vez, esto cause conflicto en más de uno, pero espero que podamos abrir nuestra mente para aceptar una gran verdad: Es tan importante saber dar, como saber recibir.
Recibir es un arte. Estar dispuestos a aceptar con amor, una oportunidad, una sonrisa, un gracias, una ayuda, un abrazo, un regalo o una extraordinaria sorpresa, es un reto para muchos, sobre todo, para los que viven en el ego, pensando que no necesitan de nada ni de nadie.
Ya lo mencionaba J. Garralda: «Mientras más permiso nos demos de recibir lo que nos ofrecen, más capacidad de dar tendremos».
Así como estamos llamados a dar con alegría, también es fundamental recibir con el mismo entusiasmo. El ciclo natural del ser humano nos invita a eso: hay que dar al otro, pero también bajo la idea de que, tarde que temprano, llegará una recompensa para cerrar ese círculo, en donde el que da siempre recibe, y el que recibe, siempre da.
Lo más maravilloso es que, aún y cuando no tengas la intención de recibir algo del otro, la vida de repente te mandará sus palmaditas en tu espalda, con alguna buena sorpresa, donde tal vez ni siquiera intervenga la persona a la que serviste en el pasado, y te dirá: Recíbelo con amor, tú te lo mereces.
Es así como funciona la famosa ley de atracción. Cuando somos capaces de dar a los demás, y al mismo tiempo de agradecerle a la vida por lo que nos ha dado, llega la abundancia, pero para eso, hay que estar dispuestos a decirle: BIENVENIDA, sino, problamente tome otro camino.
Hay que saber recibir. Si hoy estás viviendo algo que no esperabas, algo mágico y especial, no le reclames a la vida o te juzgues con ideas como «Ni me lo merezco», «Algo malo viene, porque es muy bonito para ser cierto». Mejor sonríe, dale gracias a Dios y disfruta.
Es TU MOMENTO de recibir.
¿No crees? Nos leemos la siguiente.