«Una vez un ángel me dijo: A veces….lo que necesitas hacer es sentarte en silencio y esperar a que caiga una estrella. Pasaron 10 minutos y una estrella fugaz cruzó el cielo». -Laura Niño

“A veces de tanto pedir se desgasta el santo”. Una vez escuché esa frase y al principio me dio risa e incluso se me hizo una afirmación en contra de la abundancia, pero en el fondo tenía mucha razón. No tanto por que “se nos vaya a desgastar el santo”, sino porque no hemos entendido que a veces hay que dar permiso a la vida para dejar que la cosas sucedan.

Hace tiempo recibí un correo electrónico de una persona desesperada. Me pedía que le recomendara un libro que dijera exactamente cómo conseguir objetivos, lograr sus metas y automotivarse al máximo. Y me dijo que todo lo que había leído no le servía para nada; que eso era lo único que necesitaba, que era suficiente.

Respiré profundo y pude observar lo que había detrás de su mensaje: “Quiero las cosas ya, sin esfuerzo, sin trabajar en mí, sin buscar ser mejor persona, sin sanar mis heridas del pasado, sin conectarme a mi esencia, sin nada”.

Me estaba topando de nuevo frente a ese tipo de personas que corren como locos persiguiendo la zanahoria pero ni siquiera saben por qué corren, para qué es la zanahoria, y mucho menos a donde van.

Como aquella vendedora de cosméticos cuando después de una de mis Conferencias le preguntaba: «Bueno pero ¿por qué quiere vender esos productos?» y su respuesta era: «Pa´salir adelante» y cuando le cuestionaba qué era salir adelante, no me podía responder.

Desde niños nos enseñaron a andar corriendo por la vida. A generar, a «hacer cosas», ¿para qué? quien sabe. Nos enseñaron a tener expectativas, a siempre ver de qué forma te suben el sueldo, le sacas unos puntos más al maestro, metes más goles que el de al lado. Esas ganas de competir por el simple hecho de competir.

Nos educaron bajo un sinfín de «TIENES QUE»

«Tienes que casarte antes de que se te vaya el tren» «tienes que trabajar en gobierno» «tienes que tener tu propio automóvil» «tienes que tener tu agenda llena» «tienes que tener figura de modelo»»tienes que tener una pareja perfecta» «tienes que estudiar maestría», tienes…

Y de pronto, pasa la vida y te das cuenta que todos esos «tengo que hacer o ser esto o aquello» no han servido de mucho mas que para satisfacer tu ego y seguir buscando la zanahoria de aparentar tener el control, cuando en realidad nada posees.

“No hacer nada” tiene su encanto. De hecho no sabes lo mucho que disfruto cuando tengo mis días de literalmente «NO HACER NADA».

Y no hablo de echarse a dormir, sino de ver qué hay detrás de lo que estamos generando. Antes de exigirle a Dios que nos cumpla lo que queremos es importante voltear al cielo para conocer cuál es la voluntad de allá arriba. Antes de culpar a todos de lo que nos sucede, es importante sentarnos a observar de dónde viene lo que nos pasa.

Si no estás consiguiendo el empleo que buscas, tienes problemas con tu pareja, no están saliendo las cosas como quisieras…No hagas nada. Regálate un tiempo para descubrir en esa tranquilidad qué es lo que la vida te quiere decir con eso que te está pasando. Recuerda que las flores no crecen estirándolas, hay que dejar que crezcan, abonar la tierra, abrir paso a la luz. Esperar no está peleado con la acción.

Sigue trabajando en lo que buscas, pero sin apegarte o exigir ningún resultado. Da oportunidad a que sucedan las cosas y verás que cuando “NO HACES NADA” de pronto sucede TODO.


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