“El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”.
-Antoine de Saint-Exupéry

La vida no es color de rosa. Sí, de verdad. Hay veces que llueve sobre mojado. Que sientes que te ahogas en un mar de problemas. Que las cosas no salen como esperas. Que todo se junta. O simplemente, que de algún misterioso lugar surge una avalancha de inesperadas complicaciones.

Sientes que lo peor de lo peor, te pasa a ti. Que ya no puedes más.

Y si a eso le sumas, que te sientes culpable por lo que pasó o dejó de pasar. Si le cargas a la carreta, una dosis de mal humor o alguna que otra relación personal o laboral que no prospera, pues las cosas no son tan agradables como quisieras.

Me gustan las crisis. No por masoquista, créeme. Sino porque, aunque en un principio, son dolorosas, inesperadas, indeseadas y complejas, suelen traer un gran costal lleno de retos y de nuevas herramientas.

¿Qué es una crisis?

Un evento brusco, inesperado e inevitable que trastoca la realidad de quien la vive y que le obliga a realizar ajustes.

Las crisis son como ciertas visitas que llegan sin avisar, que nadie invitó. Y lo peor: muchas veces no encuentras la forma para sacarlas de tu casa.

“Me quedé sin empleo” es una crisis. “Perdimos a nuestro cliente más importante”, es otra. “Un familiar enfermó de gravedad”, también lo es.

Por la dinámica de mi trabajo, escucho a muchas personas todos los días, que se encuentran en situaciones de este tipo.

Además, en numerosas organizaciones me contratan para ayudar en procesos de crisis.

Y si a eso le sumamos que, como todos, yo también experimento algunas en mi vida, puedo decirte con el rigor de la evidencia, que no soy nada ajeno a ellas.

Vaya que me he curtido involuntaria (o voluntariamente) con el tiempo.

Por tal motivo, siempre que tengo la posibilidad y la bendición de poder entrarle a estos procesos de gestión de cambio, ya sea de manera personal o grupal me gusta transmitir algo:

A las crisis no hay que minimizarlas ni maximizarlas. Hay que enfrentarlas, sí. Analizarlas, también. Vivirlas al máximo, por supuesto.

Pero sobre todo, (este es un gran e importante PERO), lo más… más importante es:

Aprender de ellas y hacerse responsable

Si no estás dispuesto a recibir las lecciones que surjan de tus problemas y a poner en práctica alguna mejora en tu negocio o en tu vida, es como experimentar un dolor vacío, sin sentido.

Hay infinidad de personas que aún y habiendo tropezado con algo o con alguien, se quedan IGUAL (o peor) de como estaban antes de que les sucediera.

Eso me toca muy seguido. Y esa indiferencia de “no hacer nada” es la que en un principio incomoda, luego estorba, y al final va matando por dentro.

Es por ello, que he creado una pequeña “fórmula” (por llamarle de alguna manera) para sacar el máximo provecho de nuestras crisis, y que eso nos impulse a seguir creciendo.

Es muy simple:

F= 3X (3Aprendizajes X 3Acciones X 3Compromisos)

¿De qué se trata?

Después de cada crisis hay que echarse un clavado al interior y descubrir:

3 Aprendizajes: No es nada nuevo que detrás de cada adversidad hay miles de oportunidades escondidas. Pero aunque lo sabemos, no siempre lo reflexionamos a profundidad. Más bien, solemos pedirle al tiempo que cure todo. “Al cabo, al rato se me pasará”. Y dejamos ir una valiosa oportunidad de crecimiento.

Busca, en medio de la tempestad que viviste, tres aprendizajes con los que te quedas. Algo que sea lo suficientemente inspirador y que puedas decir: “Si no hubiera pasado por esa situación, seguramente no me hubiera dado cuenta de esto”.

3 Acciones: ¿Qué es aquello que necesitas hacer YA, para poder mejorar las cosas en un futuro?

Recuerda que todo lo que deseas, se construye en el presente. Siempre nuestras crisis son focos rojos de lo que tenemos pendiente de resolver. ¿Cuáles son los tres más urgentes?

¿Necesitas hablar con alguien? ¿Alguna papelería por poner en orden? ¿Un nuevo acuerdo en la oficina?

Estas acciones regularmente son a corto plazo. Esto le baja mucho poder a la angustia después de una crisis y te da mayor tranquilidad y libertad para gestionar el cambio, ya que te mantiene en el camino.

3 Compromisos: John Maxwell dice que es INDISPENSABLE consagrarte a tu meta, si realmente quieres llevar tu vida a un nuevo nivel.

Una crisis es la excusa perfecta para hacer cambios en la vida. Por lo tanto, revisa: ¿Con qué te vas a comprometer? ¿Cuáles son los ajustes que requieres hacer? ¿Algún hábito por implementar? ¿Algún vicio que cortar? ¿Un proyecto en el que te vas a involucrar?

Aquí si busca exclusivamente tres. No menos. No más. Esto es para darle realmente la importancia que requieren y que puedas enfocar toda tu fuerza en ello.

En este punto ayuda mucho pensar en los recursos que ya posees o en los que son importantes que busques.

Recursos internos y externos, redes de apoyo, asesores, consultores, mentores. Como siempre te lo digo: no podemos solos. Busca todo lo que sume para que te puedas comprometer a fondo. 

¿Verdad que esta formulita 3x no tiene mucha ciencia? Pero créeme, es muy poderosa.

Sherlock Holmes, el mítico personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, decía: “Es un error capital teorizar antes de poseer datos. Uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar de encajar las teorías en los hechos”.

Holmes tenía razón: primero, hay que tener los pelos de la burra en la mano. Hay que tener los datos de lo que sucedió. En otras palabras, desmenuzar nuestras crisis.

Ya después de haberte enojado, decepcionado, alterado o angustiado, haz las paces con la vida, respira y ponte en acción.

Aplica la fórmula. Pon en la medida justa lo que te ocurrió.

Ni se acabó el mundo ni es algo sin importancia. Si pasó e impactó, hay que tomarlo en cuenta.

Pero ya con la mente más fría date cuenta de que efectivamente, hay otros y mejores caminos.

¡Que disfrutes los cambios que te regala la vida, por medio de tus propias crisis!

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